Comiendo calle: Luruaco, Atlántico

Recorrer Colombia es encontrase con los usos no oficiales de los espacios, es transitar entre símbolos y significados subvertidos que se instauran entre los paisajes y las tradiciones culturales. Así mismo nacen los mercados callejeros, puestos hechos rústicamente con lo que brinda cada contexto, a veces efímeros, a veces tan fijos como edificios de concreto, comercializan a viajeros y locales delicias de la tierra y artesanías gastronómicas derivadas de la biodiversidad de cada contexto. Estos lugares nos permiten entender desde el paladar otras historias, formas, colores, texturas; experiencias particulares de vida y espacios habitados por otra gente.

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En los mercados callejeros no sólo se comercializa el alimento, también la experiencia de vivir una relación particular con el entorno, una forma de entender lo público y lo privado desde otro sentido. Mileidis Coronado dice que creció en la calle principal de Luruaco, Atlántico, armando arepas, bollos, pasteles y carimañolas de la mano de su madre. Desde la madrugada alistaban parte de los productos para freír en la calle y a la casa volvían siempre en la noche para cocinar el maíz que molerían cada madrugada. Creció ayudando, haciendo mandados, cambiando billetes, asistiendo en la cocina, hablando con todo aquel que pasaba por el puesto, compartiendo también con otras vendedoras de fritos y con sus hijas, compañeras de corrinche, quienes ahora adultas, llevan a sus niñas a los puestos para que conozcan el arte de hacer fritos. La calle se vuelve escuela, se convierte en ese lugar en el que se aprende, se cocina, se come, se juega y se comparte.

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Crecer en cuatro esquinas, Luruaco, cocinando como las mujeres portadoras de la tradición gastronómica es llevar el sol en la piel, es reconocer el compás de los pitos de buses, motos y carros que transitan por la vía, es tener la imagen matutina de los hombres paseando sus canarios y diciendo ¡wipiti, wipiti! a todo aquel que va pasando. Entonces a punta de wipitazos, del susurro constante de los calderos friendo, del vallenato, de la salsa, de la champeta, de la cumbia que en la calle se mezclan, se va construyendo una intimidad en la vía, un sentido particular de sentir, de vivir, de ser.

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El paisaje de Luruaco se construye a partir de la sutileza y maestría de las mujeres cocinando. Lo más bonito quizás es verlas preparando arepa ´e huevo porque es como si esos movimientos de las manos nunca se hubieran aprendido, como si desde siempre esas manos hubieran cocinado. Pero en realidad es un aprendizaje largo, de imitación constante en el que hijas repiten las formas de moverse de sus madres entre la molienda, la amasada, la armada de las arepas, entre abrirlas y cerrarlas al adicionar el relleno. Es un baile sutil que se construye entre el fuego y el caldero, entre la masa y los huevos.

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En ese baile se crean las economías familiares catalogadas dentro del sector informal, al cual pertenecen no sólo la gran mayoría de las mujeres de Luruaco, sino de todo el país y que a punta de cocinar y vender productos en las calles de las ciudades y rutas nacionales se las arreglan para subsistir con sus familias. En el caso de Luruaco, los puestos de venta funcionan a partir de un trabajo colaborativo en el que participan madres, abuelas e hijas.

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Generalmente este tipo de trabajo es asociado en la cultura popular a lo femenino porque la cocina es percibida tradicionalmente como el “ lugar de la mujer”, un universo al que los machos no tienen acceso, rebotan, el espacio les hace resistencia porque parece para ellos un trabajo muy delicado y para muchas de ellas porque es una actividad que los puede volver maricas. Así como por arte de magia, maricas. Sin embargo hay excepciones, el hijo de Mileidis ha decidido aprender a cocinar, disfruta de compartir con su madre y hermanas mientras en la ruta construye una nueva posibilidad de masculinidad, él espera salir del colegio para estudiar pronto cocina y replicar todos los conocimientos y sabores caribeños que ha venido aprendiendo de las mujeres luruaqueras.

Bibliografia

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Savela, M. (2016). The Changing Contemporary Food Culture of Urban Helsinki . The journal of Public Space , 1, 95-112.

Garau, P. (2016). Measuring the Magic of Public Space . The Journal of Public Space , 1.

de Cassia Viera Cardoso, R., Companion, M., & Marras, S. R. (2015). Street Food: Culture, economy, health and governance . United States: Routledge.

Chant, S., & Pedwell, C. (2008). Las mujeres, el género y la economía informal: evaluación de los estudios de la OIT y orientaciones sobre el trabajo futuro . (OTI, Ed.) Bogotá, Colombia.

Coronado, M. (2018, Junio 1). Luruaco: arepa ´e huevo . (A. Salamanca, Interviewer) Luruaco, Atlántico, Colombia.

 

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One thought on “Comiendo calle: Luruaco, Atlántico

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